Deja caer el LP sobre el tocadiscos, coloca la aguja sobre el acetato, la música hace que mueva ligeramente los hombros. Saca el maletín del clóset, lo llena con las herramientas necesarias para el trabajo, se mira al espejo antes de salir, sus ojos hundidos y el color de su ropa lo hacen tener un aspecto lúgubre. Detiene el LP, toma el maletín y sale, la cita de aquella noche no queda lejos, así que decide caminar. Al llegar a su destino toca varias veces el timbre para que le abran, lo recibe un hombre pálido, flaco, encorvado, con cara asustada y labios resecos, el hombre lo hace pasar y lo acomoda en el sillón.
-No suelo entablar conversaciones, a fin de cuentas, ya no nos volveremos a ver- dijo antes de que el hombre encorvado comenzara algún tipo de palabrerío sobre su vida, todos hacen lo mismo. La cara del hombre palideció aún más, si es que eso era posible o quizá era efecto de los focos y la mirada llena de pánico que de pronto le dedicó.
-Si… sí, sí… lo sé, no iba a hablar, sólo quería… no sé… –
-Lo comprendo, he estado en esta situación muchas veces-
-No creo que eso sea cierto, pero entiendo a lo que se refiere, usted va por la vida ayudando a gente como yo aunque no haya sido nunca uno de nosotros-
-¿Suicida?-
-No, gente desesperada-
-Todos los suicidas están desesperados, yo fui uno y a donde he ido veo los mismo factores que hubo conmigo, lo que cambian son las historias, que prefiero no escuchar, porque sólo quitan tiempo-
El silencio toma protagonismo, entre la ausencia de comentarios comienza a revisar la habitación con su mirada, era una sala de estar alta aunque angosta, con una chimenea simulada, sobre ella una repisa y fotos de lo que quizá pudo haber sido la vida del hombre encorvado, sillones antiguos rojos, una mesa de centro haciendo juego con la época, todo muy bien conservado; dentro de las razones para contratar sus servicios tal vez se encontraba el hecho de que el tiempo no se detiene como dentro de esa habitación.
-¿Comenzamos?- pregunta un poco cansado de esperar y verse rodeado de tanta nostalgia
-¿Podría esperar unos momentos más?
-Es recomendable que no, sólo se posterga un hecho inevitable-
-¿A usted nunca le interesó la vida?-
-De joven bastante, porque parece que el tiempo es eterno-
-¿Por qué decidió dedicarse a esto?-
-Señor, conocerme es irrelevante, dígame ¿su decisión está bien tomada o estoy aquí perdiendo el tiempo?-
-Mi decisión está tomada, eso es indudable, sólo me causaba curiosidad… y según entiendo sólo hace un trabajo por noche, así que no veo por qué no podamos conversar un poco, además sufre de insomnio, llegará a su casa a no dormir, así que al final, me parece que cualquier cosa referida a esta noche es irrelevante y da lo mismo en dónde esté; aquí, por otro lado, está su trabajo, algo para lo que le pagué-
Ahí estaba el problema, comenzaba a divagar y comenzaban a conocerse, podría evitarlo, pero le dan ganas de acceder, a fin de cuentas, el pago está hecho.
-Comencé con alguien a quien amaba, la dejé sola en casa consciente de que lo haría y cuando regresé encontré su cuerpo inerte en la habitación donde dormía
-Su hija?
-Mi hermana
-¿Problemas de salud?
-Sí, pero de salud mental, las personas van por la vida creyendo que sólo las enfermedades físicas desgastan y merecen atención.
-¿Algún trastorno?
-Una experiencia traumante de la que no pudo salir
-Pudo haber hecho algo para estar bien
-Ella ya había gastado demasiado ¿al final realmente merece la pena una vida en medio de un dolor constante sin poder disfrutar ni sentir el pleno control y amarrarte a un trámite para estar bien?
-Puede que tenga razón, yo estoy cerca de mi dolorosa muerte, así que prefiero evitar el dolor-
-¿Cuánto tiempo le queda?
-El resto de nuestra conversación
-Sabe a lo que me refiero
-No estoy seguro, dijeron que podría curarme, pero quiero ahorrarle la pena a mi familia, no quiero privarles libertad
-La libertad es un mito
-¿Le parece?
-El amor nos ata ¿no cree? Su familia lo rodearía noche y día para ayudarlo a curarse, aunque usted no lo quiera
El hombre encorvado calló, su mirada se perdió de pronto entre los adornos de la alfombra.
-Yo siempre pensé que el amor nos hacía libres
-La libertad es un mito, ya se lo dije
-¿Usted no aprecia nada de la vida? ¿ningún detalle?
-Yo tengo un compromiso: una sobrina
-Le debe la vida entonces
-Si pero la suya, el compromiso es ella, le debo la elección, ella aprecia su vida y mi compromiso es ayudarla a construirla, pero en cuanto eso esté resuelto, probablemente me marcharé y ella lo sabe
-¿Y el remordimiento?
-¿Cuál?
-El que queda antes de morir, el de dejar todo solo… el de dejar atrás cualquier cosa que se pudo haber disfrutado, los descubrimientos, lo que no volverás a ver…
El hombre encorvado deja salir una lágrima.
-Le damos demasiada importancia a la muerte, es un misterio delicioso y hasta morboso. Le damos una importancia desmedida que provoca que la vida sea invaluable y vamos creando expectativas inalcanzables; pero si lo piensa, al igual que esta noche, cualquier cosa es irrelevante.
-Me parece que acaba de reducir todo a una insignificancia irreal y forzada ¿por qué se dedica a esto?
-No estoy seguro, supongo que es para ayudar a la gente
-¿Ayudarla?
Cansado de esperar comienza a revolver las cosas dentro de su maletín, saca guantes de látex, desliza sus manos en el interior, saca un ampolleta sin etiqueta y una jeringa delgada.
-Existen métodos más rápidos, pero éste ayuda a que se olvide el destino
Llena la jeringa.
-Sí, ayudo a la gente llevar a cabo una decisión que les pesa, les da miedo y les perturba.
Se acerca al hombre y le da la jeringa, el hombre la toma con recelo, le tiembla la mano.
-Me dijo que sabía inyectar
-Sí, pero estoy nervioso
-Sólo clávela en una vena del brazo
-¿Y si en realidad esto lo hago por mí, de manera arbitraria y egoísta?
-Todos lo hacen por eso, es su cuerpo y su vida
El hombre sigue temblando, él toma la jeringa y entierra la aguja en la vena.
-No trate de reivindicarse, yo no soy un sacerdote, ahora sólo tiene que inyectar el líquido.
El hombre encorvado cierra los ojos y presiona el émbolo, el líquido abandona el barril de la jeringa lentamente. Saca una segunda ampolleta del maletín y rellena la jeringa de nuevo.
-No quiero morir realmente
-Eso pasaría aunque yo no estuviera aquí y usted no estuviera enfermo, la muerte es el único destino. ¿Sabe? A mí me parece que el mayo misterio del universo es ¿por qué nada es eterno?
Repite la acción de pinchar al hombre con la aguja en un punto clave y el hombre repite el movimiento sobre el émbolo. El hombre se recuesta sobre el sillón y cierra los ojos.
-¿Aquello que me contó sobre su hermana y su sobrina es mentira verdad?
-No del todo, pero eso, como esta conversación y esta noche, es irrelevante.
Un silencio relajante se expande en la habitación, recoge sus cosas, se sienta y observa la respiración del hombre cada vez más pausada, cuando el cuerpo deja de moverse él se levanta y se cerciora de que el hombre esté muerto, el miedo había desaparecido, pero la palidez se quedó.
Toma el maletín, sale por donde entró, camina a casa ansiando llegar a escuchar una vez más aquél LP, quizá debería buscar otra forma de pasar su insomnio, ese trabajo lo estaba volviendo sentimental.